sábado, 1 de octubre de 2011

Se nos fue Capulina

Ayer mientras esperaba al Vikingo maldito de bolsillo a que saliera del trabajo, me dispuse a gastar el saldo de mi teléfono metiéndome a internet, en específico a twitter, y me encontré con la triste noticia de que Capulina había fallecido. Al parecer ya tenía dos semanas que estaba malito e internado en el hospital en terapia intensiva y pues no la libró.

Yo crecí con sus películas y con su programa de 'Las aventuras de Capulina' y no importaba cuantas veces las viera, siempre me carcajeaba con sus ocurrencias y con sus metidas de pata.



Yo tengo presente el haber ido a su circo en dos ocasiones. La primera fue allá por 1992, que nos alborotó  nuestra vecina, mi tía Maritere, (no es mi tía pero mi hermana y yo somos bien igualados) para ir al circo, ella iba a llevar a sus dos chamacos mas chicos y nos preguntó si queríamos ir. Y pues ahí te vamos. 

El boleto nos costó un poquito mas caro de lo que cobraban otros circos de medio pelo que pasaban por el pueblo, pero era entendible considerando que era 'EL CIRCO DE CAPULINA'. 

Claro, cuando uno va al circo, hay que recordar que a los niños siempre se les antojan las sodas, las palomitas y cuanta cochinada ofrezcan cuando vas entrando. Para el horror de mi tía Maritere, las cosas que vendían eran absurdamente CARAS. Por ejemplo, en aquéllos tiempos una Coca-Cola de litro y medio costaba $2000 pesos (antes de que le quitaran 3 ceros al peso en 1993) y dentro del circo, vendían unas botellitas minis, que yo jamás había visto, de unos 250 ml a $2500 pesos. Las palomitas eran prohibitivas y los nachos, aparte de que solo eran tostadas con queso amarillo y jalapeño, costaban $5000 pesos. Mi mamá, claro está, con la pura mirada nos dijo que ni se nos ocurriera salir con la puntada de que se nos antojaba algo, pero los chamacos de mi tía Maritere, esos si que estaban curtidos contra regaños, jalones de orejas y nalgadas. Se montaron en su macho e insistieron, a gritos, que querían 'una coca y unas palomitas', y pues ni modo, a mi tía no le quedó de otra que darles lo que querían, eso sí, sospecho que en cuanto llegaron a su casa les dio una buena tunda.

La segunda ocasión fue a finales del año siguiente. Era domingo y habíamos ido a visitar a mi tía Adelita y por coincidencia, mi tía Liz también se encontraba ahí junto con toda su ruidosa prole. No tengo muy claro quien alborotó a quien esa vez, pero el caso es que terminamos yendo todos al circo, eso sí, únicamente con el dinero de la entrada, así que ni pensar en comprar un refresco, palomitas, o de esas baratijas hechas en China que siempre venden, como banditas fosforescentes o pistolitas que aventaban burbujas de colores. El show estuvo bastante bien, lo malo fue que, al igual que la vez pasada, Capulina salía hasta el final y solo durante un ratito, con todo, el dinero de la entrada era dinero bien gastado.

Hace años que no veo una película de Capulina, pero siempre recordaré los sábados en la tarde cuando las pasaban por Canal 5 y que me reía y me carcajeaba con las ocurrencias del Rey del Humorismo Blanco, y es que Capulina jamás recurrió al doble sentido ni a las malas palabras para hacer reír a la gente, al parecer, porque nunca quiso ser un mal ejemplo para sus hijos y por extensión para todos nosotros. Nunca lo conocí en persona, solo lo vi de lejos en el circo, pero aún así siento su muerte, no sabría explicarlo, pero me siento triste.

Descanse en paz don Gaspar Henaine, Capulina :-(

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