Claro, no era algo que estuviera en mis manos resolver.
Corría el año de 1988 y un primo de mi papá le había vendido un carro que había salido defectuoso y encima sin papeles, así que lo mas lógico fue ir a llevárselo de vuelta...hasta Chihuahua.
No sé que serie de eventos tuvieron lugar pero cuando menos lo pensamos resultó que ahora vivíamos allá.
Quizá hayan sido solo unas semanas, o unos días, pero para mí, que en aquél entonces no tenía conciencia del tiempo, se me figuraron meses, mismos que estuvimos viviendo en casa de la tía Leonora.
La tía Leonora era hermana de mi abuelo paterno, y la mera verdad dudo mucho que se acordara de que tenía un sobrino en Sinaloa (mi papá), pero como la gente de Chihuahua es yo creo la mas hospitalaria de mi querido México, nos recibió en su casa como si nos conociera de toda la vida.
Lo que de entrada me encantó de esa casa es que tenía un patiesototooooote lleno de árboles de manzana, de durazno, de ciruelas de españa y hasta una parra de uvas; yo comía seguido de esas frutas, pero no conocía los árboles que las daban, pues en mi pueblo hace un calor del demonio y esos árboles simplemente no se logran. Me sacó un poco de onda saber que los duraznos a veces no son tan dulces si te los comes verdes y que las manzanas las puedes llegar a aborrecer de comer tantas! A los pocos días ya ni me llamaban la atención y entendí porqué cuando llegué había tanta fruta en el suelo que nadie se comía, mi tía las barría y las echaba a la basura o si tenía algún arbolito nuevo que plantar, las machacaba y se las echaba de abono.
La casa era mas o menos amplia, tenía un porche techado y cerrado pero con ventanales amplios que dejaban entrar la luz, mi tía se llevaba sus cosas de costura ahí porque no tenía que encender la luz, yo creo que sabía que ningún foco le iba a igualar la cantidad de lumenes que daba el sol de la tarde y menos gratis.
El baño era una de esas cosas raras que vi, pues estaba por separado, en un cuartito estaba el inodoro, y en otra habitación mas amplia estaba el cuarto de baño como tal. Mi hermana y yo todavía nos reímos cuando nos acordamos de ese baño; parece que mi tía se manejaba con un horario así tipo Sheldon Cooper, y no era muy de su agrado que hiciéramos uso del mismo a horas no autorizadas, si uno se tardaba mas de 3 minutos, empezaba a tocar la puerta para ver si estábamos bien. Igual nos reñía porque, a su consideración, usábamos mucho papel. Palabras textuales suyas eran:
-Ay mijo! yo no sé porqué gastan taaanto papel! si yo con dos cuadritos me limpio!-
La casa tenía 3 recámaras, una muy sencilla y sin mas muebles que una cama y unos burós donde dormían ella y su esposo, el tío Samuel, es el único lugar en la vida donde he llegado a ver una nica (bacinilla) fuera de un hospital . Las otras dos eran muy...la verdad es que no estoy ni siquiera seguro de que palabras usar para describirlas, yo creo que lo ideal sería que se imaginaran cómo era el mundo entre los años 1960 y 1975 y háganse de cuenta que ése era la época a donde te transportabas cuando ponías un pie dentro de esas dos recámaras, el olor, no sé como explicarlo, no olía feo, simplemente olía no sé, a casa sola.
La cocina era amplia, enorme si la comparábamos con la de mi entonces casa de interés social, alacenas blancas con puertita de vidrio y mantelitos de macramé debajo de los platos y los vasos. Mi tía tenía una estufa y un refrigerador con los que fácil tenía unos 40 años, de color blanco y super retro, como salidos de una caricatura del Pato Donald, pero que funcionaban mejor que cualquiera que pudieras ir a comprar a una mueblería en ese momento, en aquéllos tiempos las cosas las hacían para que duraran.
No quieran ver mas, así eran la estufa y el refri!
Del otro lado del patio, había una casa mas pequeña donde vivía uno de sus hijos, con su esposa y dos niñas. Una de ellas, la Mily, era menor un año que yo, y como yo no tenía con quien mas jugar, pues me salía al patio a jugar con ella, claro, había que llegar a un acuerdo sobre a qué jugábamos porque pues ella obvio quería jugar a las Barbies y yo a los Playmobil.
Creo la única nota agria de esos juegos la ponía el tío Samuel, pues en su mente chapada a la antigua (ya andaba rondando los 80 años el viejito) yo no debería jugar con niñas, y menos aún porque a veces la Mily sacaba su juego de té y yo me sentaba a 'comer' con ella. Mi tío no tenía reparo en decirme cosas como
-Pinche mariquita, jugando a los trastecitos!-
Yo no le decía nada porque pues a mis 6 años simplemente no sabía como responder a una agresión de ese tipo, se lo dije a mi mamá un día que me colmó la paciencia con otro de sus sagaces y finos comentarios, aunque creo que no elegí bien las palabras:
-Ay no, yo ya quiero que se muera mi tío Samuel!-
-Cállate malcriado! No andes diciendo esas cosas!
-Pos es que ya está bien viejito de todos modos!-
Mi mamá se limitó a decirme que lo ignorara, aunque era difícil porque el viejito era enfadoso como él solo.
El Wicho era algo mas o menos así.
Igual me hacía bullying porque le tenía miedo a un pinche perro del mal, el 'Wicho', que habían criado para cuidar el taller mecánico de su hijo, que estaba a un lado de la casa. El maldito chucho era una fiera, lo tenían amarrado durante el día y en un espacio muy reducido, así que no estaba acostumbrado a tratar con gente desconocida, y claro, eso era yo. Cada vez que me veía me ladraba como si me quisiera decir:
-GuauGuauGuauGuau! Chinga tu madre! te ODIOOOOO!!!!! GuauGuauGuauGuauGuauGuauGuau!
Pos mas que intenté ganármelo, nunca pude, el 'Wichito' no me quería. Finalmente desistí y llegué a la conclusión de que si el bicho nefasto me odiaba, por lo menos le iba a dar una buena razón, así que en la tardecita cuando cerraban el taller y el animalejo ya andaba suelto, abría la reja (que hacía un escándalo) y éste se dejaba venir como flecha, y en cuanto asomaba el hocico por la reja le arrojaba un cubetazo de agua fría muejejeje!
Ya preguntándole a mi mamá, creo que solo estuvimos ahí como un mes y medio, mi papá compró una casa en obra negra en un lugar que acababan de fraccionar y que estaba por alláaaaa donde daba vuelta el aire. No contábamos con que empezando noviembre, las temperaturas suelen ser muuuuy extremosas y nosotros no estábamos acostumbrados a eso; el acabose yo creo que fue un día que mi mamá dejó la ropa húmeda tendida en la noche y amaneció congelada. En menos de una semana mis padres decidieron que ya estaba bueno de aventuras y nos regresamos al pueblo :-S
Mi tía Leonora falleció como por 1996, y el tío Samuel no la sobrevivió mucho tiempo. Años después regresé a ese lugar en unas vacaciones, y la verdad es que batallé para reconocer el lugar; de la casa solo quedaba literalmente el frente que daba a la calle, pero de los cuartos tenebrosos, la cocina retro y del tataratataratataranieto del perro neurótico ni sus luces. El patio antes tan chingón y lleno de vida, estaba invadido de maleza; adiós árboles de manzana, adiós mata de ciruelas, adiós árbol de durazno. Creo que se habían mudado unos nietos de la tía Leonora e hicieron como si ese pedazo de tierra simplemente no existiera. Una lástima, era un lugar que me habría gustado que mis sobrinos o mis hipotéticos hijos conocieran, pero pos ya qué! :-(