jueves, 11 de abril de 2013

El Billar

La jefa, una manera coloquial de referirse cada quien a su santa señora madre.

En mi caso mas que coloquial era literal, mi madre me mandaba y yo tenía que obedecer sin cuestionar (si chuchis!), o bueno, eso es lo que ella hubiera querido. La verdad es que yo distaba mucho de ser el adolescente sumiso, devoto y bien portado que mi madre deseaba. La mayoría de las veces le seguía la corriente simplemente por llevar la fiesta en paz, porque por mas rebelde que sea uno, no tiene ganas de pasar la noche en la calle, de que te den de cachetadas y sobre todo de que tu papá te castigue después de escuchar una versión totalmente sesgada de un hecho.

Una de las cosas en las que siempre había obedecido a mi mamá era en no andar entrando en billares. No había tenido mucho problema porque la gente con la que me juntaba en la secundaria no era de frecuentar billares, y en la prepa, pues la verdad es que tampoco tenía mucha vida social fuera de la escuela.

Las cosas cambiaron unas vacaciones de navidad, las primeras después de haber salido de la prepa. Mi amigo Carlos el pervertido (un apodo bien merecido) había regresado de Tijuana donde estudiaba la universidad, y pues apenas llegó y empezó a buscar a sus viejos amigos.

Fue así que una tarde terminé entrando a un billar.

No se porqué, pero mi percepción de esos lugares era como sacada de una película de Pepe el Toro, me imaginaba que era mas estilo cantina, con un tuerto, un cojo y un manco con un garfio bebiendo cerveza en la entrada y todo tipo de gentuza retozando por el lugar ofreciéndote drogas como si fueran caramelos.

Hay que admitir que fue todo un desengaño, la verdad es que el lugar estaba bastante limpio, apenas vi gente fumando y la mayoría de las personas que estaban ahí eran señores de entre 50 y 60 años, todos con pinta de maestros de escuela jubilados.

Claro que yo estaba tan aterrorizado de que en mi casa me fueran a decir algo (porque les dije que iba a la unidad deportiva a jugar Frontón) que en cuanto regresé me metí a bañar y me cambié de ropa temeroso de que se me hubiera pegado el olor a cigarro.

Pero así fue como empecé, luego luego le agarré el chiste al juego y después cuando me hice de un grupo de amigos mas estable en la universidad, hicimos de los viernes el día de ir a jugar billar.

Los viernes era el día en que mis padres tenían su estudio bíblico, así que yo hacía hasta lo imposible por llegar a mi casa después de las 6:30 de la tarde, porque de llegar antes, me obligaban a ir con ellos, y para esos entonces como dirían los gringos 'I was done with church stuff'.

Fue así como me recorrí 'El Tamarak', 'El Bola 8', 'El Stardust', 'El Centenario' y no recuerdo que otros mas. Hubo algunos que si evitábamos porque si se veían bien de mala muerte, no importando que el precio de una mesa fuera de 15 pesos la hora.

Ya conforme nos hicimos mas viciosos ya hasta llevábamos magnesia o talco para las manos porque en las salas de billar del pueblo rara vez ponían, había uno que otro fresón que hasta un guante se compró, pero pues la verdad es que era malo jugando y ni así la hacía, lo peor es que creo que creo que padecía de un trastorno bipolar y no era inusual que realmente se encabronara porque no ganaba (bueno, bipolar e infantil).
Hubo gente a la que nunca le pude ganar, como el 'Gordo' o el 'Paco', que parecía que los habían parido y criado en una cantina, era increíble la puntería que tenían y hacían jugadas que nos dejaban con la boca abierta.

Generalmente pagábamos la mesa por unas dos horas, aunque había veces que se hacía imposible estar por la cantidad de gente que estaba adentro fumando (en el Centenario a veces parecía Antro/Cabaret). Después del billar casi siempre nos íbamos al Oxxo mas cercano por un refresco y cada quien para su casa.

En fin, creo que ya hace AÑOS que no me paro por una sala de billar, muy a pesar de que era una de mis actividades favoritas cuando todavía estaba en la universidad. A veces cuando voy de visita al pueblo, mis amistades siempre se alborotan para ir y recordar viejos tiempos, pero a la mera hora por angas o por mangas siempre lo posponemos para otro día. En fin, a ver si este año se me hace volver!

Y tu extrañas tus vicios de estudiante?

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