Mi tío hizo los arreglos para que los de la funeraria trasladaran a mi abuelo el mismo día que falleció. El último deseo que alcanzó a expresar mi abuelo antes de quedar inconsciente fue que quería morir en su casa, que él sentía que de esta ya no se iba a levantar, y que no quería quedarse en Mochis (hometown), que por favor lo llevaran a su ejido querido de su corazón. No se le hizo a mi abuelo su deseo. Mis tíos consideraron que todavía se podía hacer algo y por eso mismo lo tuvieron hospitalizado hasta el último día, pero pues al final el viejito tuvo la razón y se nos fue.
Esa tarde anduvimos con las prisas en mi casa, alistándonos para salir lo antes posible, empacando lo que pudiéramos necesitar para los próximos dos días. Me sorprendía muchísimo que mi mamá estuviera en completa calma e incluso hasta se daba tiempo para bromear, ya después me platicó que durante toda esa semana había tenido el presentimiento de que mi abuelo se nos iba, y había estado llore y llore los días previos, desahogándose, y que cuando pasó todo, ella ya se había hecho a la idea y resignado a lo inevitable, además de que tenía que estar fuerte porque mi abuela la iba a necesitar de una pieza.
Mis padres pertenecen a una iglesia evangélica, y si algo tienen los evangélicos es que son muy solidarios cuando fallece algún familiar cercano de los miembros de la iglesia, y por supuesto, también se habían organizado ya para ir a acompañar a mi mamá hasta su ejido.
Paramos en un supermercado a ponerle saldo al celular y mi mamá estaba con el pendiente de que iba a ir toda la gente de su iglesia y no iban a tener nada que ofrecerles de comer en el funeral. Le dije que si quería podíamos comprar algunas cajas de galletas (según yo en los funerales sólo se ofrecen café y galletas), y mi papá luego luego alegó que se nos iba a hacer tarde, que los de la funeraria se encargan de todo eso.
-Si pero solo ponen galletas de esas de animalito, o galletas populares - decía mi mamá
-Y que tiene? Nadie va a estar esperando que les pongas galletas de alta repostería - le dijo mi papá, visiblemente enfadado porque se nos hacía tarde y a como están los tiempos en mi querido estado natal, viajar por carretera uno solo no es seguro y menos de noche.
-Papá, por favor vamos, mientras mas rápido vayamos mas rápido salimos.
Ya cuando estábamos lejos del auto, le reclamé algo a mi papá por primera vez desde que dejé la adolescencia:
-Cómo es posible que se ponga a discutir con mi mamá en momentos como este? No se da cuenta que se le acaba de morir su papá? Usted cree que se siente muy bien? que es un pensamiento frívolo el querer llevar algo que ofrecerle a la gente que nos va a estar acompañando?
-Pero es que tu mamá siempre sale con sus cosas, es capaz de que quiere que nos detengamos ahorita a comprar pollo o carne para llevar!
-Pues nos detenemos! Faltaba mas! Ahorita cualquier cosa que ella diga, hay que decirle 'SI', sin peros, sin preguntas, por lo menos hoy, no la haga mortificarse mas.
Hasta eso que mi papá no me dijo nada, la verdad es que sentí bien feo de reclamarle algo, pero se me hizo feo el modo en que le habló a mi mamá, tal vez no era esa su intención y no se dió cuenta, pero como dije, no se trataba de estresar mas a mi mamá.
Llegamos al pasillo de las galletas y mi papá quería llevar de las primeras que encontró, unas galletas sin chiste.
-No, de esas no, vamos llevando galletas sandwich o con algo de relleno.
-Para qué, con estas tienen, no van a esperar nada mas allá de café y galletas de animalito.
-Ah no! ningún funeral que yo tenga que patrocinar va a tener café con galletas de animalito, faltaba mas! A poco cuando usted se muera va a querer que yo de galletas de animalito? Verdad que no? Imagínese que la gente se acuerde de su funeral porque dimos galletas de animalito?! - Hasta eso que mi papá se rió y no se lo tomó a mal. Llegamos también a comprar algunas botellas de cocacola, que igual tienen cafeína y sirven para pasar la noche en vela.
Ya de ahí tomamos carretera rumbo a Angostura, se hace mas o menos como hora y media de camino, y mi papá iba con la preocupación de que ya era noche, y con todo lo que está pasando de los narcotraficantes, sicarios y demás historias de terror que hemos escuchado, pues si nos daba un poco de cuidado irnos solos.
Hicimos la primera hora de camino sin contratiempos, mi mamá platicando historias de mi abuelo y yo platicándoles de algunos de mis compañeros del trabajo que eran de algunos de los pueblos por donde íbamos pasando. A eso de las 10:30 de la noche, llegamos a la entrada de Angostura. El ejido de mis abuelos queda un poco mas lejos, y en el entronque de la carretera, nos topamos con el vehículo de la funeraria y la vagoneta de mi tío. Nos fuimos detrás de ellos el resto del camino. Vimos también que detrás de nosotros venían mi tía y su familia, una de sus amigas incondicionales, y la familia de otro de mis tíos que no pudo venir (actualmente reside en Estados Unidos sin papeles y no puede regresar).
Llegamos por ahí pasaditas las 11 al ejido que me gustaba tanto visitar cuando era niño, pero pues ya en los últimos tiempos las cosas habían cambiado, tenía yo creo fácil unos 10 años que no iba. A mis abuelos los veía cuando estaban de visita ahí en Mochis, pero nada más. El ejido estaba mas o menos igual, algo decaído porque ya casi no vive gente ahí, solo los mayores. Los hijos y los nietos hace tiempo que se fueron a vivir a Culiacán o a Guamúchil y solo van de visita, como nosotros ahora.
Cuando íbamos entrando al ejido, vi que muchas de las casas tenían sus luces encendidas, y que conforme iba avanzando el vehículo de la funeraria, la gente iba saliendo y se enfilaba hacia la casa de mis abuelos.
Llegamos a lo que sería el patio de enfrente de la casa y ya había unas carpas, bancas y sillas para la gente que iba a llegar. Nos bajamos y la verdad es que no sabía muy bien que hacer, me limité a seguir a mi papá a ver en que cosa podíamos ayudar.
Mi papá les preguntó a los de la funeraria si necesitaban ayuda para bajar el ataúd y asintieron. Ya entre 4 personas lo bajamos y lo acomodamos sobre la estructura que habían colocado y asegurado.
Allí es cuando vi a mis primas por primera vez esa noche. Ellas son las que habían vivido toda su vida ahí en el ejido y las que cuidaban a mis abuelos. Las pobres estaban destrozadas, sobre todo la mayor, que se quejaba amargamente de que no había podido estar con mi abuelo en sus últimos momentos (se enfermó de la puritita angustia), pero las quejas eran A GRITOS, no dudo en lo absoluto que su sentimiento fuera genuino, pero si pensé que lo único que iban a conseguir era que mi abuela se pusiera todavía peor,
y efectivamente, la viejita se desmayó. Tuvo que salir mi mamá a decirle a mi prima que se calmara y guardara la compostura, la tuvo que levantar porque estaba tirada dándole de golpes al suelo.
Yo esa noche no quise ni entrar a la casa, de cualquier manera, no me necesitaban para nada y probablemente mi abuela ni siquiera se iba a dar cuenta.
Me quedé afuera toda la noche, me encontré con unos primos a los que no veía desde hace años y nos pusimos a platicar y a contar historias de cuando éramos niños y que íbamos en las vacaciones al ejido. Nos quedamos despiertos mas o menos hasta las 4 de la mañana y ya cada quien se fue a buscar algún lugar para dormir. En la casa era imposible porque había muchísima gente, yo me acomodé en la cabina de la camioneta de mi papá, y siempre si me pude dormir unas 3 horas...
2 comentarios:
Ivan lo siento mucho, un abrazo
Gracias Ely :-)
Tampoco hay que estar tristes, la muerte es algo todavía mas natural que la vida misma, además platicando con la familia, sacando cuentas, mi abuelo se aventó sus 81 bien vividos años y cuando le tocó irse, tenía a toda su familia con él, que créeme, no éramos pocos! Cuando alguien se va, prefiero recordar y celebrar su vida antes que llorar su muerte, o bueno, es mi muy particular punto de vista, Saludos!
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