jueves, 16 de junio de 2011

Las Vacaciones 4 - Y mas funeral

Te ha pasado que a veces despiertas y necesitas unos segundos (y a veces mas) para recordar donde estás?
Pues eso me pasó la mañana de ese viernes que desperté. Al abrir los ojos no recordaba donde estaba, me tuve que incorporar y caer en cuenta de que no había sido un sueño, efectivamente, mi abuelo ya no se encontraba con nosotros y yacía a unos metros de ahí.

Traté de dormir un poco mas, porque todavía era muy temprano, mas o menos las 6:30 de la mañana, pero ya no pude. A las 7 que me animé a salir de la camioneta, ya se había levantado mi papá (el carga con su sleeping bag a todos lados) y ahí le preguntaba si sabría de los arreglos que habían hecho, de donde y a que hora iban a sepultar a mi abuelo, etc, pero pues él tampoco sabía nada.

Una media hora después llegó mi mamá, y nos dijo que quería ir al pueblo cercano a comprar algo para el desayuno y la comida, pues aún no se ponían de acuerdo entre ella y mis tías acerca de que habrían de hacer ese día, pero pues teníamos que comer algo.

Nos enfilamos con rumbo a un pueblo llamado 'El Gato' (si, así se llama) porque probablemente allá encontraríamos mas surtido que en el abarrote que hay en el ejido de mis abuelos. Doblamos hacia la izquierda en la salida del ejido y por primera vez en 25 años, recorrí ese tramo de la carretera. La última vez que anduve por esos rumbos debe haber sido cuando falleció mi santa tía Marisela, hace 25 años precisamente.

Es evidente que no me perdí de mucho porque todo estaba exactamente igual a los vagos recuerdos que tenía de ese pequeño recorrido de 5 kilómetros.

Entramos al pueblo buscando una carnicería o un minisuper, a ver que se nos ocurría para la comida. En el inter dimos con una ferretería donde mi papá aprovechó para comprar algunas cosas que necesitaba para reparar unos desperfectos que se encontró en casa de mis abuelos. Después de preguntar, dimos con una tortillería y un minisuper donde vendían prácticamente de todo, hasta levadura de cerveza! Y miren que yo aquí en Los Cabos la he buscado por todos lados y no la venden, y ahí en el lugar menos esperado me encontré perfectamente alineados 5 paquetitos de 100 gramos.

Mi mamá compró sus provisiones para el día, pollo, machaca, huevos, verdura y tortillas. De ahí nos regresamos al ejido y ya entramos a la cocina con las cosas. Ahí fue cuando vi a mi abuela por primera vez y a mis primas que tenían la lloradera la noche anterior, pobrecillas, no habían dormido nada y se les veía la angustia reflejada en la cara.

Al poco rato llegaron unas personas de la iglesia de mis padres a dar el pésame, la noche anterior había ido otro grupo de personas de la misma iglesia, pero solo los  vi de lejos, en realidad no tenía muchas ganas de saludarlos (los conocía a casi todos y no guardaba muy buenos recuerdos) y siendo justos, ellos me vieron y tampoco se acercaron a mi jejejeje. En cambio las personas que llegaron por la mañana, otra cosa, muy considerados y muy buena onda, casi casi se podía decir que irradiaban calma y buena voluntad. Mi mamá les preguntó si querían algo de desayunar, y hasta eso que no dijeron que no, en un segundo una de las señoras que iba puso manos a la obra y sacó el desayuno para ella y su esposo y otras dos personas que iban con ellos. Me ofrecieron de lo que habían preparado, pero a mi no me gusta comer en situaciones como esta. Digamos que yo soy muy bueno para relacionar olores y sabores con el estado de ánimo, y no quería que alguna comida que me gusta tanto como la machaca con verdura, me recordara a un funeral o a un día triste cuando lo volviera a comer después. De hecho, desde que salí de mi casa el día anterior, no había vuelto a probar bocado por la misma razón. Ya ves que desde el funeral de mi tía Marisela, no puedo dejar de relacionar el sabor a fresa con la muerte.

Así transcurrió la mañana, me la pasé platicando con mi papá, tíos y primos y de no haber sido por la situación, fue un día muy padre de volver a reconectar con la familia, de platicar, de convivir. 

Me llamó la atención ver al mundo de nietos pequeños y bisnietos que andaban correteando por el patio como si fuera un día de fiesta. Aquí comprobé que los niños no tienen conciencia de lo que es la muerte, o sea, saben lo que es la muerte, pero no les afecta tanto como a nosotros, no creo que comprendan los alcances tan definitivos que tiene para los mayores. Ellos eran felices, jugando, brincando y sobre todo comiendo tantas galletas como quisieran :-)



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