domingo, 10 de julio de 2011

La panza y yo

En aquéllos cada vez mas lejanos tiempos en los cuales yo era todavía un niño, siempre tenía hambre.

No es que en mi casa no hubiera qué comer, al contrario, algo que jamás faltó, fue eso, comida. Lo malo de este asunto, es que no estaba a mi alcance la mayoría de las veces.

Desde que tengo memoria, yo siempre he sido cachetón, gordito, aunque nunca fui consciente de ello sino hasta que tuve unos 7 años, y no porque en la escuela me hicieran burla, sino mas bien porque mi mamá nunca me dejó olvidarlo.

Mi peso jamás había sido un impedimento para que yo tuviera amigos en la escuela, o para jugar en la calle por las tardes, pero un día, a mi mamá le dio por preocuparse por su propio peso y por añadidura del de todos los demás en casa.

Estaría yo en segundo de primaria cuando a mi mamá le dio por entrarle a eso de las dietas. Se pusieron de acuerdo ella y unas vecinas para bajar de peso, y fueron donde un 'dietólogo' que les dio un menú para la semana que rayaba en el de un campo de concentración y adicionalmente les dio unas pastillas.

Lo que este supuesto doctor no les dijo, es que las pastillas eran anfetaminas (en aquél entonces ni se sabía que era eso, para la gente las únicas drogas conocidas eran la marihuana y la cocaína), que si bien inhibían el apetito, tenían ciertas consecuencias.

Obvio, cuando mi mamá se dio cuenta de que no podía dormir, que siempre andaba con sed, que le daban ganas de orinar a cada rato, que de repente se le aceleraba el corazón y demás, las dejó. Lo malo, fue que empezó a subir de peso, antes de esa condenada dieta ella jamás había estado pasada de peso, eran ideas que se le habían metido en la cabeza, pero ahora si estaba empezando a engordar.


La solución a este nuevo problema llegó cuando unos conocidos de mi familia, se habían metido en esa onda del jogging, y a mis padres les pareció una buena idea. 

A mí en cambio, me gustaba mas leer que andar correteando en la calle o ver la tele por las tardes que estar afuera gritando como demente con los demás niños del barrio, digo, si salía y todo, pero ya mas tardecito Además, aunque no era precisamente delgado, tampoco me parecía al niño gordito que sale en 'Up!'.



Sin embargo, para mi mamá era inaceptable que yo tuviera unos cuantos kilos de mas, y siempre trataba de que yo los acompañara cuando iban al parque a correr, yo a veces iba y me la pasaba jugando en vez de hacer ejercicio, así que jamás perdí un solo gramo gracias al ejercicio.

A eso agréguenle que constantemente me recordaba 'lo gordo que estaba' con frases tan alentadoras como:

-Pareces barril
-Pareces cochito (cerdito)
-No te da vergüenza esa panza que tienes?
-Al rato te voy a tener que comprar pantalones de adulto porque los de niño ya no te van a quedar!
-Tienes panza como la de Vittorino

También estaba el detalle de que mi mamá literalmente me quitaba la comida de la boca. Cuando desayunaba, comía o cenaba, me daban la comida MEDIDITA, nada de repetir, con lo que me servía mi mamá tenía que ser suficiente. Obvio que a veces yo en serio me quedaba con hambre, pero para mi mamá, querer comer mas era solo 'gula'. 

Esta situación se prolongó por años, en los cuales yo siempre anduve de 'muertodehambre', aprovechando cualquier oportunidad para comer lo que fuera cuando pudiera. Y así empezó que en las tardes comía a escondidas de lo que hubiera en el refrigerador o en la alacena, claro, mi mamá se daba cuenta y en mas de una ocasión me castigaron por ello.

La verdad es que si era algo muy humillante, siempre tener hambre y tener que comer a escondidas. Mi mamá llegaba al extremo de esculcarme la mochila cuando regresaba de la escuela para ver si no traía galletas o papas fritas guardadas ahí. Si me mandaban a la tienda a comprar algo, de regreso me esculcaban la ropa para ver que no hubiera comprado algo que comer. Con el tiempo aprendí que cuando compraba algo en la tienda y no quería que mi mamá se diera cuenta, antes de entrar a la casa, lo arrojaba hacia la ventana de la habitación que había dejado abierta, así cuando entraba, mi mamá no escuchaba el 'trac trac' del celofán y después subía a mi cuarto y recogía las galletas, las papas o lo que fuera que hubiera comprado y por supuesto, a comerlo lo mas rápido posible.

A pesar de todas las restricciones que enfrenté, jamás fui delgado, ni en la primaria, ni en la secundaria, ni en la prepa, siempre tuve mi pancita, no estaba obeso, pero definitivamente no era atlético.

Hoy en día a mis casi 30 años sigo en las mismas, jamás he tenido esa delgadez y a veces creo que simplemente mis genes no están de mi parte en ese lado, siempre batallando por el peso y las tallas, pero por lo menos ahora si no estoy hambreado jejeje

1 comentario:

Anónimo dijo...

y tienes que decir orgulloso de tu panza jejeje