martes, 12 de julio de 2011

El día que mi mamá perdió sus poderes

Hubo una época cuando yo era exageradamente crédulo.

Cualquier cosa que alguien viniera y me contara me la creía, que vampiros, que muertos vivientes, que la mujer blanca que les enterraba las uñas en el ombligo a los niños, que la llorona, que la Virgen de Guadalupe, que Carlos Salinas de Gortari y Solidaridad, etc, etc.

Una de las personas a las que les creía absolutamente TODO era a mi mamá. Si mi mamá me decía que no hiciera algo porque iba a abrirse el cielo y me iba a caer un rayo, no lo hacía porque estaba segurísimo de que iba a ver como el rayo caía y me partía en dos. Si mi mamá me decía que no encendiera la televisión porque me iba a salir el diablo, pues faltaba mas, no la veía y punto.

Sin embargo, todo cambió uno de esos días que menos se lo espera uno.

Resulta que un día, mi papá fue a recogerme a la salida del colegio. Como venía de mi casa, mi mamá le había pedido que llegara de pasada al supermercado a comprar algunas cosas que le faltaban para la comida.

Ir al supermercado con mi papá siempre era una experiencia agradable por dos razones. La primera es que mi papá tenía gustos de niño goloso, es decir, le encantaban los dulces, los chocolates, las papas fritas y cuanta cochinada hubiera disponible en un anaquel de supermercado. La otra, es que tenía (y posiblemente tiene todavía) el corazón de pollo, no soportaba que le dirigiéramos una mirada triste e inmediatamente hacía lo que pudiera para alegrarnos. Por tanto, ir con mi papá al supermercado, siempre significaba que me iba a comprar cualquier chuchería que yo quisiera y que mi mamá no se iba a enterar y por tanto no me la iba a quitar. (Ya les conté anteriormente ciertos issues que teníamos mi mamá y yo con la comida).

Y resulta que en esos lejanos días de 1994, la Sabritas había sacado unas papas nuevas al mercado, se llamaban 'Crunch Tators', venían en sabor jalapeño, a las brasas y supongo que adobadas. Lo mejor, era que no las vendían en tamaño chico, así que mínimo, era que me compraran la bolsa grande y si tenía suerte, la Jumbo.



Entramos pues al VH Presita (Ya no existe con ese nombre) y mi papá fue por las cosas de la comida, y cuando llegamos a la caja, puse mi mirada mas lastimera y le dije:

-Papi, me compras unas papas? :-(
-Échalas pues- a mi papá no le gustaba negarle algún antojo a sus hijos y menos un viernes.

Y yo bien contento con mis papas Crunch Tators sabor Jalapeño con queso. Me acuerdo bien que apenas salimos de la tienda y las abrí (la costumbre de comer rápido para que no me quitaran las cosas). Mi papá me vio y me dijo que las guardara para mas al rato porque todavía no habíamos comido (como si se me fuera a quitar el hambre).

Llegamos a la casa y mi papá dejó las bolsas del mandado en la mesa, mi mamá ya sabía que mi papá era débil cuando de sus hijos se trataba, y me preguntó:

-Qué compraste?
-Mi papi me compró unas papas
-Unas papas? de cuales?
-eeeerrr, unas Crunch Tators
-Ah mira que bien, a ver dame
-No
-Cómo que no?
-No, no le voy a dar.
-Ahora resulta que no me vas a dar? Si no te estoy preguntando si quieres, te estoy diciendo que me des de las papas! - yo ya sabía que una vez que mi mamá tuviera en sus manos esas papas yo jamás las volvería a ver, con un poco de suerte, me iba a dar una mínima parte del contenido de la bolsa, porque para variar yo estaba 'muy gordo' según su criterio.
-NO! - le dije y dicho esto salí disparado al piso de arriba y las escondí bien.

Cuando bajé, mi mamá estaba visiblemente enojada, y por supuesto que no se podía quedar con las ganas de regañarme y me dijo:

-Pero vas a ver, por egoísta, se te van a echar a perder! cuando subas por ellas, van a estar ENGUSANADAS!!!! - nomás faltó que rompiera en una carcajada siniestra y se escuchara el estruendo de un rayo al fondo.


Me senté a comer, no sin la preocupación de que efectivamente cuando fuera mas tarde por las papas, las iba a encontrar retacadas de gusanos. Mi mamá siguió molesta y ya no me habló durante la tarde.

Cuando terminé de comer, subí a hacer la tarea. Mas o menos por ahí de las 3, mi mamá subía a ver 'El show de Cristina' en Univision o el de 'María Laria' en Telemundo, pero ese día yo creo que no tenía ganas de ver los temas del día, 'Mi marido me engañó con mi mejor amigo' o 'Soy un ex satanista', porque no subió, así que yo aproveché para ver las caricaturas y fui por las papas a donde las había escondido. 
Cuando las tuve en mis manos, les juro que estaba con el temor de que al abrir la bolsita, me fuera a salir algún bicho, pero no, las papas estaban tal cual, con su apetitoso olor a queso y jalapeño. En verdad que estaba en shock, no podía creer que la maldición de mi mamá no hubiera afectado a las papas, y miren que lo había dicho con mucho coraje. 

Si mi mamá no podía hacer que unas papas se engusanaran, era evidente que Diosito no estaba de su lado, y vayan ustedes a saber cuantas otras cosas que me había dicho eran mentiras...

Ese día mi mamá perdió el poder que tenía sobre mi de asustarme, nunca mas volví a creer en ninguna de sus profecías apocalípticas y porsupuesto, no volví a dejar que me quitara la comida jejejeje

1 comentario:

M dijo...

Jejeje siempre me dan ternura tus relatos de niñez... Oye y picaban las papas?